Té de huerta

Bidens aurea (AITON) SHERF



Malditas flores de noviembre, me alegro de que hayáis llegado a este día monótono y ceniciento, entre la última brizna de hierba seca y la pulpa enmohecida de los tomates. La tentación de volver a arrancar los blancos rizomas, cuando casi ahogaban los tallos de las calabazas, las débiles caléndulas, estuvo ahí. Muchas veces. Y no conseguí nada con ello, menos mal. Un verano comenzó una guerra perdida, hasta que, sin darme cuenta, dejé los guantes sobre una piedra en son de paz. Inútil, te sientes inútil cuando el deseo no es correspondido. Inútiles vuestras flores, todas idénticas a este lado del camino. Vuestra inocencia me sobrepasa. Esos ojos ni siquiera me miran. Densos capítulos del color de la cera, algunos formando una corona, retorcidos como ganchos, ciegos y solos, sin ningún insecto que se interese por ellos. La belleza, por sí misma, es inútil, pero es. A lo largo de cada una de las cinco lígulas que rodean los pequeños soles habéis tendido dos surcos paralelos, muy delgados, que acaban en una bonita rasgadura, más bonita aún porque no sirve de mucho en esta tierra lejana. ¿Qué mano descuidada os trajo? Días caminando entre los charquitos del arroyo seco, como una tonta con los pies fríos y el pelo envuelto en llovizna. No sé si será por la escasez de lluvias, por lo tardío del otoño, pero creo que esta vez llegáis con retraso. No me debéis una disculpa. Soy yo la que os echaba de menos. 


Midori


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