Pelargonium betulinum: alcanfor y mariposas

"El aroma de la flor es un estímulo oscuro y poderoso que se extiende a cualquier ser vivo fuera de sí mismo con su tensión sensorial más arrolladora. Avanza por vías completamente seguras entre los órganos emisores de las plantas y los receptores del ser humano por tratarse de polos opuestos de la misma carga y descarga."

 

Rudolf Borchardt: "El jardinero apasionado"

 

 

Fotografía de Marc Pascual
Fotografía de Marc Pascual

 

La naturaleza ha dotado a las plantas de sutiles sistemas tanto para atraer y complacer a los insectos polinizadores como para ahuyentar a aquellos que pueden ser una plaga. En el caso concreto del género Pelargonium y la pequeña mariposa del geranio (Cacyreus marshalli) habría que estudiar con detenimiento los motivos por los que algunas de estas especies parecen ser inmunes a la presencia del lepidóptero durante el largo verano. Hemos observado que las variedades que primeramente sirven de alimento a sus dañinas larvas son los geranios y las gitanillas, mientras que los pelargonios olorosos poseen el don de sobrevivir al paso de las mariposas que, no obstante, se pasean incansablemente por sus flores.

 

Como ya viene siendo habitual, las temperaturas diurnas se acercan a los 30ºC en el mes de octubre y los pequeños lepidópteros parduscos revolotean por el jardín desconcertados por las múltiples señales coloridas que reciben de una gran diversidad de flores. Este acercamiento inofensivo parece mostrar que no es únicamente el aroma que desprenden sus hojas lo que puede repeler o seducir al insecto sino que la relación se basa en aspectos más complejos. En el caso de Pelargonium betulinum, conocido como pelargonio de alcanfor o de hojas de abedul por su ligera semejanza con la especie arbórea (el epíteto procede precisamente del nombre latino del árbol: Betula), la invulnerabilidad de sus tallos parece estar relacionada con algún aceite esencial de la planta. A diferencia de otros pelargonios de aroma penetrante e inmediato como Pelargonium graveolens o cultivares como "Citrosum""Orange fizz""Fragrans", esta especie no se despojará de su esencia sino recibe el calor del sol y apretamos sus hojas entre los dedos. A decir verdad, el alcanfor es conocido tradicionalmente como un eficaz repelente de insectos, empleado entre otras cosas para prevenir la presencia de polillas en los armarios, por lo que no es de extrañar que esta semejanza esconda el secreto de su privilegio frente a las mortíferas mariposillas. 

 

Al igual que la gran mayoría de las aproximadamente 270 especies de Pelargonium identificadas en la naturaleza, el pelargonio de hojas de abedul procede de Sudafrica, en este caso de las zonas costeras, donde crece en llanuras y dunas arenosas. Este hecho nos ofrece las claves para cultivarlo con éxito en nuestros jardines, presentando una gran tolerancia tanto a la sequía como a la proximidad del mar. En nuestra latitud, florece abundantemente en la primavera. Las flores son grandes y atractivas, dispuestas en inflorescencias de tres a cuatro flores, ocasionalmente de hasta seis. El color de la flor es variable, siendo lo más común encontrar flores rosadas y purpúreas, aunque más raramente se puede ver una forma blanca. Indistintamente del color general de las flores, todas ellas presentan líneas purpúreas en los pétalos, más acusadamente en los dos superiores.

 

 

Su presencia en el jardín nos parece más que justificada por su gran desarrollo y rápido crecimiento, formando matas densas en poco tiempo. Su cultivo fue introducido en Holanda hacia 1738 y de allí se fue extendiendo al resto de Europa. Podemos propagar este generoso pelargonio tanto por esquejes de tallo como por semillas, conscientes de que este método nos deparará ciertas transformaciones genéticas que pueden resultar deseables para encontrar atractivas variaciones, fundamentalmente en los tonos de su palpitante floración.

J. J. Cabezalí

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